Los dandis, le explicó el señor Cyprian Wychbold con cierta severidad, se distinguían no sólo por su exquisito atavío, sino también por sus refinados modales y, en general, eran personas afables, cuyas irresistibles gracias y educada conducta hacían que los admitieran en cualquier salón. Dado que el concepto que tenía el señor Rivenhall de la cortesía consistía en tratar con fría corrección a cualquiera por quien no sintiera especial simpatía; y como sus gentilezas -nada encantadoras- incluían la costumbre de mirar con fijeza hasta desconcertarlos a aquellos cuyas pretensiones reprobaba, y en pronunciar comentarios crueles, lo cual ponía un final brusco a cualquier trato social, según el señor Wychbold corría un peligro mucho mayor de que lo tomaran por un patán.

Quiero un dandy en mi vida, a ser posible cuánto antes mejor.

3 comentarios:

J. dijo...

Jodida perfeccioooN! ¬¬'

deadbeat dijo...

OH.LUKE.(L)
te quiero pimpolla :)

Anónimo dijo...

Dandis, de ellos se compone la existencia.