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Me he levantado a las cinco y media para llegar pronto a mi clase de inglés legal, porque aunque empezara a las ocho y media, vivo a 47 kilometros de ese lugar al que llamo facultad. Con lo cual, puede imaginarse que mi cansancio es considerable (teniendo en cuenta, sobre todo, que ayer me acosté pasadas las doce y media -pero qué mal, fatal, Adriana deberías dormir más-). En fin, éso no es lo destacable, puesto que este episodio se repite cada mañana. Lo que venía yo a contar a estas tempranas horas del día es que, a pesar de todo mi esfuerzo por ser puntual (una de las no pocas manías que tengo), mi tren se ha quedado estancado durante más de tres cuartos de hora, y a las ocho y cinco aún seguía a dos paradas de tren de mi casa. ¿Avería? Es igual, la cuestión es que parece que mi gafe no conoce límites y, en esta ocasión, me ha hecho malgastar más de tres horas de mi vida que podría haber pasado durmiendo plácidamente. Pero no, ahí estaba yo, con la música retumbando en mis oídos y Las Reliquias de la Muerte en mano, esperando que una Saeta de Fuego apareciese para llevarme a cielo raso hasta mi destino. Obviamente, no ha sucedido y no he tenido más remedio que llevar a cabo uno de esos análisis beneficios-costes que me enseñan en las útiles clases de Microeconomía, valorar adecuadamente el coste de oportunidad y, con las mismas, regresar a casa. Y aquí estoy, al lado del radiador, con diferenciales encima de la mesa e intentando hacer algo provechoso con mi vida de aquí a las dos de la tarde. Y espero que, en lo que queda de día, la galaxia se equilibre, que (opino) ya he tenido suficiente mala suerte por hoy.
Pasen buen viernes, inexistentes lectores.

1 comentario:

Eneri. dijo...

Arf, lo siento por usted...

Pero bueno, por lo menos no fuiste para estar solo un rato en clase y además estás en casa con calorcico (¡Maldito coste de oportunidad!).



Que tenga un buen día, o un resto del día mejor. =)


P.D.: Curioso el NachoVeguismo ese del mal muy mal.