Cuando crees que las cosas no pueden empeorar, que has tocado fondo, ocurre algo que te hace despertar de ese extraño trance y te das cuenta de lo aún más desagradable que puede volverse todo. Y te quejas, claro que lo haces. La rabia y la frustración te invaden, y me atrevería a afirmar que se vuelve una carga mayor que la tristeza que ya empiezas a aceptar como parte de ti. Te autoconvences diciéndote que la vida es injusta, que una mente retorcida debe de mover todos los hilos, pero a quién pretendes engañar. Sabes que tienes lo que te mereces. Baja de las nubes, esta es la vida real y parece que te esfuerzas por no encontrar un sitio para ti. En nada, en nadie. Y lo superficial y la frivolidad llaman a la puerta, y a mí me dan impulsos por abrirles y dejarles pasar. Quizá así las cosas sean mejores. En fin. Un mal día precederá a otro peor. En 10 horas, Contabilidad (y sin pollo que me ayude a digerir).

No hay comentarios: