Es impresionante y tortuoso darse cuenta de lo pasajero de tus actos y de tus palabras, de lo terriblemente superflua que resulta tu presencia. Un viaje de veinte minutos en metro puede descubrirte muchas cosas. Puede hacerte alcanzar ese punto de completa indiferencia, qué más da reír o llorar, te dice tu vocecita interior. La realidad continúa ahí, bien patente e inmune a tu estado de ánimo. Todo esfuerzo es inane y poco importa lo que pienses o dejes de pensar; cuando te levantes todo tu mundo seguirá intacto. Si cambia, sólo puede ser para peor. Comer es lo único razonable en mi vida. Ahora espero que me aproveche, para algo los domingos mamá prepara mi comida favorita.

1 comentario:

_ dijo...

El mundo es lo que hay que comerse.