Recuerdo que aquél fue un típico día caluroso y afixiante de mayo. Estábamos en el zoo. También recuerdo que yo llevaba un mono de pana y una camiseta de algodón fuerte de rayas rojas, como la que me compré a principios de este invierno. Vaya cosas. Ése fue el inicio de una vida de odio profuso hacia la pana. Y ahora veo la foto y se me parte el alma, porque ya no puedo notar tus abrazos y tu presencia cerca de mí, rodeándome. Te has ido demasiado pronto y sé que en contra de tu voluntad, vencido en plena batalla. Sabías que ésta era una guerra perdida de antemano, pero eras el vivo ejemplo de la resistencia. Y te echo de menos, irremediablemente. Sin embargo, lamentarse no basta. Mejor optar por sonreír en la medida de nuestras posibilidades (y en función de lo que las circunstancias nos permiten) e imaginar que allá donde estás, si es que existe algo después de todo esto, disfrutas de un merecido descanso y lo haces junto a ella. Quizá la vida no te dio todo lo que tú merecías recibir, pero nos enseñaste mucho, nos hiciste felices sin apenas ser consciente. Y, gracias a lo que nos aportaste a quienes te rodeábamos, estoy convencida de que seremos capaces de encarar cualquier situación. Empecemos hoy, o mañana, pero empecemos. Por ti, en tu memoria y en tu recuerdo. Te quiero, yayo.

1 comentario:

Flaviani. dijo...

seguro que sabe que le querías mucho, es lo típico que se suele decir, pero es lo que yo pienso en estos casos