Si en realidad somos lo que deseamos, lo que buscamos, entonces esa persona que aparece cuando me asomo a un espejo es una amalgama de incongruencias. Un gato negro, un pingüino, un piso en Ópera, un apartamento en Montparnasse, el 2.55 de Chanel, un vestidor enorme o un año en Bolonia. No me preocupa lo frívola que pueda parecer, así como tampoco me quita el sueño el no llegar a encontrarme. Lo único que tiene verdadera importancia es el punto de partida y, por primera vez, no es prolijo sino real. Tan cristalino e inmaculado como frágil, pero ése es otro asunto.

1 comentario:

Álex Grande dijo...

qué bonito es imaginarte leyendo ésto en alto