
Me resvalo por tus erres, por tus emes, por tus as,
que se pegan a mi cuello como perlas de un collar.
Y tus ojos, infinitos, se oscurecen sobre mí
al segundo, al minuto, que no puedo introducir.
No sé nada de ti, no sabes nada de mí...
Con tus manos examinas cada pliegue de mi piel,
y te pierdes, te diluyes, te desarmas sin querer.
No sé nada de ti, no sabes nada de mí...
Y tu cama es parte de mi corazón.
No respires, no te muevas, no despiertes al dragón.
No hay comentarios:
Publicar un comentario