Strawberry Fields

Odio la no-recompensación. Odio estudiar para que al final no se vea la diferencia entre el estudié y el me toqué los pies (ze pué, no ze pué). Odio ser una pringada. Odio darle a cosas como éstas más importancia de la que tienen. Odio estar convencida de que la proporción es mínima y, aún así, preocuparme. Odio que mi padre me diga por las mañanas: "hija, hace frío". Ponerme cien capas y morir de calor. Odio no tener las gafas de sol cuando las necesito, y cuando graniza, encontrarlas en el bolso al ir a coger los guantes. Odio que la gente trate de convencerme para que vaya a lugares donde no quiero ir. Odio que piensen que he de sentirme afortunada por tal piadoso acto de amistad. Odio a la gente que mira mal en Renfe o en cualquier otro medio de transporte y, especialmente, te traten cual delinqüente. Odio al suplente del violinista de Nuevos Ministerios. Odio el dichoso cartel de "conecte la alimentación". Odio encontrarme con la gente cuando voy escuchando música, especialmente a Los Planetas. Odio las botas de Blanco o sucedáneas. Odio pensar que de verdad te creas profunda. Odio que este fin de semana sea trece y yo vaya a estar aquí. Odio que la gente aparente que conoce cosas que en realidad no conoce. O peor, que finjan ser apasionados de ello y se descubran al primer comentario-intento-de-ser-elocuente que hagan. Odio no tener carácter (por no decir huevos) para dejar mal a la gente en tales casos. Odio que la gente crea que necesito sentirme aceptada/entendida. Odio las preguntas entrometidas y reiteradas. Odio escuchar cualquier canción y encontrar en todas ellas frases que me lleven a ti (o similar). Odio mi bipolaridad. Y realmente, odio odiar tanto. A veces, incluso, odio a la gente y me gustaría ser gato (negro, por supuesto). Pero, por encima de todo, odio pensar que va a hacer un año que tú no estás y aún no haya sido capaz de aprender a echarte de menos. Las cosas serían tan distintas si estuvieras aquí...