Hoy me he encontrado una carta, tu carta, y hablabas del pensar antes de hablar y de mi lista de propósitos que juraba cumplir alguna vez (o al menos intentarlo). También me pedías que fuese feliz, y me recordabas que lo bonito de la vida es su absurdez, intentando con ello, quizá, que no descaminase nunca lo andado. Que puede ser que en unos años todos nos terminásemos olvidando de cómo habíamos sido en un pasado, y entonces lo bueno (o aconsejable) sería volver la cabeza atrás y reírse de lo vivido, de lo soñado. Mirarlo con cariño y con una pizca de felicidad, porque todo lo que pasa en nuestra vida, cada día, es terriblemente bello. Y que el humor nunca me abandonase. Te mentiría si te digo que no he querido contestarte. De hecho, no lo descarto si encuentro el cómo. Aunque sólo sea para agradecértelo, y para anotar que sigo siendo la misma inútil que entonces. Tú me conoces, sabes que mi especialidad era golpear paredes parar intentar convertirlas en puertas. Imaginarme atravesándolas siempre me ha parecido fascinante.

No hay comentarios: