Tres años después, he pasado tres horas mirando fotos, intentando recordar cada sonrisa, cada palabra más elevada que las demás (y las susurradas también), la textura de aquella inmensidad de días. Y precisamente hoy sólo soy capaz de pensar en mi futuro con luminosidad, sólo puedo imaginarme regresando (porque el volver ya es un hecho, una realidad) y reconstruyendo mi perdida personalidad. Es probable los problemas persistan, que en mi cabeza la entropía vaya a más, que las complicaciones (elaboradas con minucia o repentinas) sigan siendo fruto de mi tedio y a cada intento por encontrarme, me pierda más, y más, y más. E infinitamente más. Pero como sólo son hipótesis, hechos futuros e inciertos, no pienso malgastar ni un minuto más meditando sobre ello. Fin.

¿Qué es lo que comen las brujas?

Tampoco pondré la mano en el fuego por lo anterior; si algo he aprendido en mis casi 20 años es que la estabilidad y yo no somos buenas amigas. Y ya no hablemos del término medio...

No hay comentarios: