
Después del análisis coste-beneficio llevado a cabo esta mañana, cuando ha empezado a retumbar en mi cuarto esa canción tan armoniosa y llena de paz usada como despertador (que está empezándome a costar digerir cuando suena en modo aleatorio en mi recuperado iPod), he decidido levantarme. Y lo he hecho no porque el coste de oportunidad fuese despreciable, sino porque si lo ignoro y me doy media vuelta en la cama, esta noche va a dormirse Montefusco. Y es que llevo cinco días con un horario del todo cuestionable: no es de recibo levantarse sin orden ni concierto, y marcarse otro tanto a la hora de dormirse. Tampoco es aceptable que me pase la vida lamentándome de los exámenes fiascos/pobres/cualquier-adjetivo-aplicable, si aunque con tiempo para estudiar, prefiero viajar a mi maravilloso mundo paralelo donde-todo-sale-bien. Abro un ojo, luego el otro, me pongo las gafas, me doy cuenta de que están sucias, ordeno esta cochambre de habitación, saco de la carpeta los cinco temas de matemáticas, enciendo el ordenador porque vuelvo a darme cuenta de que estos apuntes no tienen credibilidad, y ya que tienes esto encendido, Adriana, ¿por qué no te pones un vídeo para animarte el día?, encuentras El Vídeo, te dejas envolver por la emoción (es maravilloso), haces un bis, luego otro, y cuando eres consciente de que el tiempo pasa, aunque aparentemente para tu cabeza no (el eterno stand by cerebral), te percatas de que ha pasado una hora desde que decidiste emprender tu jornada de estudio. Pero no pasa nada, claro que no, porque abres tu archivo de adobe (y entonces piensas en fiambre y te preguntas por qué relacionarás las cosas de ese modo tan poco elegante, con lo sensible a la belleza que eres tú), y procedes a leer a partir de la página por la que te quedaste ayer que, obviamente, no recuerdas, así que pasada media hora te descubres releyendo algo que tienes claro, por supuesto que sí. Todo está muy claro para ti (pese a que luego te bloquees, no sepas arrancar, te tiemble la mano y La Pastora Divina nunca termine de aparecer, a ti en un principio todo te resulta evidente). Y así transcurren las horas, físicamente en una silla y espiritualmente a años luz de todo lo que debería importarte. Y la vocecita de tu cabeza, que no puedes callar nunca, te va torturando poco a poco con palabras que guardan toda la ratio pero 'qué más da, si aún me queda mañana'. El eterno mañana. Todo será mejor mañana. ¿Y por qué no hoy? ¿Por qué no te pones de una vez? ¿Por qué no ahora? Levántate de la silla, ve a una biblioteca donde probablemente te concentres algo más (y mejor, que de un tiempo a esta parte ya no se depende de cantidades). Asume tus problemas, cógelos de frente y tortúralos hasta que seas tú quien termine con ellos. Basta de permitirles entrar en ti y darles vía libre para que te absorban. Algún día tu cabeza acabará contigo, eres plenamente consciente de ello y, aún así, ahí sigues. Esperando no se sabe muy bien a qué. Eres el sujeto en las oraciones pasivas. La música que no te hace ningún bien sonando una y otra vez y tú autoconvenciéndote de que está bien, de que algún día cambiarán los tornos y esas canciones volarán lejos. Pero hasta entonces, continuarán dentro de ti, inexorables. ¿Y ese entonces llegará algún día? Crees encarecidamente que sí, te atreves a poner la mano en el fuego por ese sí. Sin embargo, otra vez la vocecita, toc-toc, toc-toc, no haces nada por y para que eso suceda. Okey, no importa. No por hoy. Ahora volverás a tu archivo de adobe y esta noche, cuando te replantees tu jornada, sabrás que ha sido otro desperdiciado día pero eres tan simple (porque no lo niegues, eres simple hasta la saciedad) que, al ver todos tus tacos de folios sobre la mesa te sentirás orgullosa, una sonrisa de satisfacción inundará tu rostro e intentarás con brío silenciar tu incesante conciencia diciéndote a ti misma (porque tampoco es que haya alguien que vaya a escucharte): qué aplicada estás, Adriana. Desde luego, quien no se convence es porque no quiere. Así las cosas, ¿quién no se ve hermoso comparándose con el gran matemático Euler?

2 comentarios:
Te doy la razón en todo, menos la biblioteca, en mi caso, en la biblio me distraigo aún más por estar con la gente jaja
Eso si, lo de sentirse orgullosa cuando ves todos los folios... es demasiado cierto, y además tu cerebro te dice un "Me lo sé... a mi manera" y te quedas tan pancha
¡Apoyo tu teoría! (sobre los suecos).
Los exámenes, bueeeno... ahí estan, de momento de tres dos bien y una mal, sí... métodos de matemáticas para la economía, quién inventaría los exámenes raros, largos y complicados para mate... (y me quedan por hacer dos).
¿Por tu parte? (espero que mejor).
Me declaro completamente a favor de esta entrada, (también de muchas otras, eh), es horrible ver como cuando queda relativamente bastante para el examen, el tiempo pasa leeentamente, pero cuando queda una semana, y te pones a hacer otras cosas que no son estudiar esa materia, las horas vuelan... Y lo mal que te empiezas a sentir cuando no estás repasando, porque te da por ponerte a repasar mentalmente fórmulas (o parecidos) y no las recuerdas y demás rollos que te matan por dentro.
Vamos, que esto es un horror...
Pues eso, espero que tengas más suerte tú con mate que yo, y que Euler y su querido teorema te ayuden, también Riemann, claro.
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