Hoy me siento realmente bien a pesar de que el intensivo de Unión Europea, mi amada asignatura, haya amargado la mañana. Suerte que siempre quedarán hojas de cuadros y juegos infantiles para amenizar el rato mientras el equipo siete responde. Punto y minipunto para el equipo cinco. Además, hoy he sido fiel a mi amada línea 227 de Continental, que me deja al lado de casa y me hace viajar a la Parra Estado Independiente con mayor facilidad que en Renfe, donde la gente me evita debido a mi profunda tos y el pañuelo de mi mano (verídico). Así que he podido leer Ana Karenina cual mujer, o intento de mujer, feliz. Y a la tarde, tras encuentros fortuitos y gratuitos, y charlas silenciosas a través de autobuses, he sentido que economizaba al imprimir seis folios (que esta mañana no me han querido imprimir como acto de protesta en mi facultad -estos de Derecho, es lo que tiene-) por tan sólo 30 céntimos (cuando en la librería de mi barrio me roban 50 céntimos por uno). Además, he terminado con mi tema sobre la Corona en tan sólo una hora de biblioteca y de la felicidad que me ha aportado he decidido partir andando hasta mi hogar, que de dulce últimamente no tiene nada. Y, después de contar mi vida, voy a ver si hoy consigo acostarme pronto para al menos dormir las horas aconsejables y así sentir de una vez que el equilibrio no es imposible.